lunes, 20 de junio de 2011

El Kliché


 

Palalife es más que un bar gay es el bar de Mauricio, Mauri o la Maura para los amigos que lo/a frecuentan. Este espacio permite el encuentro de gays, y trans del altiplano y la costa sur occidental así como heteros, turistas y capialinos. Quetzaltenango es la única ciudad en Guatemala, después de la capital que cuenta con dos bares uno gay y otro gay friendly, un café-restaurante y una casa comunitaria dirigida especialmente a los sujetos LGBT, lesbianas, gays,  bisexuales y transgéneros.  



Sin pretenciones, Palalife es el epicentro de la vida gay, es “la disco” y es un punto neurálgico de la vida noctura de Xela también.  En Guatemala  la ley prohíbe la venta de alcohol después de la 1:00am, pero en este país ley tiene otras significaciones y otras formas de atravesarla. Para los amantes de la fiesta se convierte en un juego más buscar el bar que te atienda a puerta cerrada.  Tal es el caso del Cliché, adentro de él la fiesta sigue después de la 1:00 de la mañana y hasta que el último cliente deje de consumir. A esas horas ya se baja la música porque la policía pasa vigilando. A veces se recurre a los minutos de silencio, la fiesta se convierte en una travesura.


Pala Life es un closet muy peculiar, en la esquina una cama con un poster arriba de ella que dice prohibida tentación, con música estridente,  olor a encierro y cigarro, con luces disco y una esfera disco no deja de ser obscuro. Un espacio muy magnetizado. Se siente la energía en tensión. La energía del baile del cazador y el juego del acecho.  Es un mar de la locura, “locas” es un término recurrente en esos espacios de fluir y chocar.
Un turista me dijo en Pala Life, a ver bailar a las trans  “no parecen indígenas, son altas y esbeltas ” Todo esto es una ilusión, desde el espacio, que recrea una realidad imaginaria “realidad gay” que permite e impulsa el juego de géneros, los placeres hombre-hombre, la categoría de la música, todo. Se hace un “ambiente”, se le conoce como “el ambiente”. No son los indígenas de la postal, los indígenas de la finca, son indígenas varones en tacones, con peluca rubia, medias, se hacen pierna, cintura, altura, el glamour, el juego con los símbolos y el deseo en el cuerpo. Modificar el cuerpo para alcanzar un ideal imaginario, para contar un relato, decir una verdad, llenarse de signos y significaciones para el propio sujeto y para los otros.

Por ejemplo, los tacones son un fetiche, son eróticos, son una representación de sexo/genero-identidad y un objeto- emblema de poder-deseo fálico. Caminar sobre unos tacones también es dolor y sacrificio, es sensualidad y gozo.



¿Acaso la debemos caminar, caminar sobre los tacones, para luego derribar la segregación sexo/genérica?



 Llegué a esa conceptualización gracias a mis  experiencias ocurridas en PalaLife y todo lo que he visto.  Ahí conocí a Rosi, una chica trans de edad, que tiene un puesto en la terminal. Se disfraza de hombre, su sexo y trabaja con su nombre de cuna, Enrique. Me invitó a unas copas ya que estaba celebrando, cuando le pregunté qué y celebra se rompió a lagrimas y responde que al fin han entubado su casa y ya cuenta con servicio de agua potable.


También, detrás de esas cuatro paredes, para el cumple de Mauri, el dueño,  vi lo que solo puede suceder en un espacio como ese, el embudo de la noche.  Una mochilera española muy bella y muy tomada bailaba sensualmente entre la audiencia gay. Ella que se sentía muy libre prosiguió a besar con pasión a una trans indígena. ¿Loquera? Si para este mundo. Pero debería de suceder todo el tiempo esa historia en formas distintas, en muchos lugares simultáneamente. Y seguro sucede pero nadie lo cuenta. ¿Qué has visto tu?, ¿qué has hecho tu?, en el bar, en el baño, en el cine, en la plaza. Esa es la historia de la emancipación.













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