domingo, 19 de junio de 2011

Rompiendo Fronteras / Mi Primer Encuentro Muxhe 2010


20 de noviembre, Ciudad de Guatemala: Me voy agotado, por la mala racha, por una ciudad en movimiento que me juega al gato y al ratón, que me deja ser y me censura. Que me muestra sus deseos pero no su goce. Que me deja vacío y aburrido.


















Estoy perdido, tal vez por eso viajo. Voy en busca de mi propia muerte, quiero matar neuronas, encontrar verdades que destruyan mis antiguas ideas y me deje nacer otra vez.

Tomo el transmetro y después el autobús  hacia la Bocacosta en la central de autobuses CEMA. Dejo la ciudad, cambio a otra exuberancia, el gris por verde, todo cambia, yo también. Estoy en Colomba, su verde me trae a la vida. Quiero salir de la ventana que me aleja de su intensidad para nadar en ella. Los rayos del sol por la ventana hacen burbujas de luz multicolor. Entonces, mis ojos son burbujas de luz multicolor.


Llego a la frontera Talismán, la más peligrosa. Estoy viajando con un amigo poeta. Mi amigo no tiene papeles por lo que intentamos cruzar como migrantes, como misioneros, como ratas. Los coyotes nos invadieron como aves carroñeras que te quieren comer. Nos insinuaron llevarnos a una casa y miles de posibilidades para cruzar, desde un río hasta el mar, desde caminar por kilómetros o esperar a que llegara la noche, con la razón de sacarnos el dinero que no llevábamos. Cuando se dieron por enterados que no llevamos dinero nos dejaron ir. Pensamos en regresar y subir por otra frontera; La Mesilla. Es extraño ver el camino, la señal “Bienvenido a México” y sentir la distancia.
















Recordé que en Coatepeque, cerca de la frontera un amigo  estaba celebrando el aniversario de sus papas. Decidimos llegar. Entramos a una fiesta con arraigo indígena sin ser invitados. Bailamos marimba en un ritual que no distinguía género, bailaban hombres con hombres, hombres con mujeres, mujeres con mujeres. 

Estábamos hipnotizados por la elegancia y sensualidad de esas pieles morenas, sus tradiciones, el calor del lugar y su gente. Estuvimos compartiendo pláticas y contemplando a dos chicos guapísimos con su imagen elaborada y cuidada. Logramos saciar nuestros cuerpos comiendo y tomando aguardiente hasta que cayó el sol. Nos hospedamos en el hotel Las Vegas, el más barato del lugar, ubicado en una esquina donde están la mayoría de los borrachos, las cantinas, los prostíbulos. Estábamos en un espacio fronterizo, sintiéndonos fronterizos, extraños en un lugar extraño, nos sentimos a gusto, como en casa.


Llegamos a la cantina más prendida y bizarra. Una cantina con gente honesta, bella y moribunda. De pronto en la rockola empieza a sonar Lady Gaga, bailamos como poseídos. Los bolos del pueblo trataban de repetir nuestros pasos. Era más extraño que el video de Thriller de Michael Jackson. Y así los señores después nos hablaron de sus experiencias como migrantes. De sus aventuras en Los Ángeles, de todas las veces que han cruzado, de los intentos fallidos, y de las ganas de seguir. Entendí que el deseo de cruzar va mucho más allá de una necesidad, también se cruza por la aventura, por morbo, por el sueño, como los piratas.

Afuera, todo el pueblo se reunía a celebraba la inauguración del árbol navideño. Pudimos apreciar un show de fuegos artificiales que anunciaba la llegada de la temporada navideña. Pedimos deseos. Nos abrazamos. A nosotros que nos encantan las multitudes, el desmadre y la jotería nos fue fácil integrarnos entre picardías miradas y coqueteos para conocer chicos. Coatepeque es sureal, tiene lujuria, su reputación es decadente, aunque las personas fluyen no deja de ser un puro pueblo, sucio además pero si te dejas, puedes encontrar el gozo del placer. Este lugar tiene fama de chicos flexibles, accesibles, abiertos a cualquier posibilidad.
A la par de una venta de granizadas un chico se aproxima a mi amigo y lo saca a bailar. Bailamos frente a un grupo de Barranquilla, Colombia. El chico que conocimos estaba loco, cada vez más violento toma a mi amigo con fuerza. Luego empieza a sacar su dinero y a mostrarlo mientras bailaba. Mi amigo me da el aviso y yo pensé que me había robado entonces me le tiro encima y lo empiezo a ahorcar. Luego me doy cuenta de que era un malentendido. El chico nos agarro a patadas y nosotros huimos entre la multitud.

Seguimos bailando y encontramos a una chica trans de Pajapita, la única chica trans en el lugar. Tan bonita y discreta al punto de que empecé a dudar de que era trans. Sin embargo, mi amigo gritaba al unísono que vivan las trans. La chica no se ofendió para nada. Se acercó a nosotros, bailamos, conocimos a sus amigos, tomamos, después se fue.

Ya quedábamos pocas personas, las que tenemos aguante. Con cautela me acerco a un chico con el que empiezo a entablar conversación. Luego le ofrecí que me acompañara al cuarto de hotel para sacar dinero y seguir tomando. En el camino conversamos de nuestras vidas, el chico se sintió muy cómodo y logró desahogarse en mí. Me contó que está en la escuela militar y que tiene muchos problemas con su papá entre otras cosas. Al momento de subir le pregunto si me quiere acompañar arriba, el me dice que se casa al día siguiente. Yo le digo que no se sienta presionado, que será su despedida de soltero y le prometo que se la va a pasar bien. Sin embargo, al mismo tiempo en la calle encuentra un amigo, lo saluda, le sigue platicando para discretamente alejarse. Yo como no sabía su nombre no lo pude llamar. Solo vi como se perdía de mí y de la posibilidad de experimentar encontrarse con un nuevo portal. 

Subí, dormí y al día siguiente todo pareció como un sueño. Escribí en mi bitácora. “Somos fuego, el destino es nuestra guía y la buena vibra el motor.” Estaba feliz, por estar consciente. Consciente de estar vivo y no pensar en lo demás, o pensar en lo que espera. Soy joven hoy y eso me hace explotar. 

Tomamos el primer bus a Quetzaltenango, después a La Mesilla. Llegamos a la frontera justo al atardecer. Dejamos un país y entramos al otro. Yo pasé sellando mi pasaporte. Mi amigo el poeta, solo subió al bus. En el camino pasamos cuatro retenes con mucha suerte. Fue saliendo de Tuxla Gutierrez a eso de las 11 de la noche que el reten para el autobús y el oficial se dirige hacia nosotros. Esa fue la despedida con mi amigo. El pánico de no saber nada de él por una semana mientras estuvo capturado por la migra me quitaba el sueño, mientras en las noticias y en la sociedad corre la idea de las narcofosas para migrantes y los posibles vínculos con la oficialidad.


Llegue a Juchitán a eso de las 3am. Esperé el amanecer en la terminal OCC. En la mañana busque la casa de un amigo muxhe, Chepe. No nos conocimos en persona hasta ese día. Éramos nuevos en persona, poco tiempo conocido de blog y facebook. Prueba de que si funcionan las redes sociales cuando se maneja destino.

Caminé al azar en la calle pregunté por la dirección y mientras me dirigía a su casa el apareció. No sé si fue coincidencia o sincronía pero nos encontramos. Conocí a su familia, una familia hermosa con la cual estaré siempre agradecido.

Pude, a través de Chepe, acercarme a Juchitán de una forma íntima por que el y su familia se abrieron a mi y viceversa. Pude conocer a sus amigos y su forma de ver a Juchitán y las relaciones entre sus personas. El, su familia y sus amigos maravillosos hicieron de ese viaje algo súper especial, como destinado.


Mi motivo era la famosa y controversial Vela de Las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, buscaba llevar información para mi trabajo de tesis pero sobre todo divertirme. El objetivo: encontrar como en los y las muxhes el cuerpo y el deseo transgreden los mecanismos de poder heterosexuales.


Llegue a entrevistarlo, a su novio y sus amigos, a conocernos, a embriagarnos y sobre todo, después de muchas conversaciones, conexiones y perspectivas, llegamos a encontrarnos.

Además, por el motivo de la semana de la vela pude conocer a chicas intersex, trans, muxhes, trans kuna Wigunduguid[i], mayates y miles de cuerpos diversos en su propia construcción y en busca de su disfrute, en busca de sí. Demasiado exquisito.


Una semana alegre, intensa, de tanto alcohol y calor estaba por prender fuego. Encontré las mismas ganas de vivir en todas esas personas. Viajamos para sentirnos vivos, sino en el espacio con la mirada, pero viajamos.


De pronto un día antes de la vela a cuatro amigos (dos gays/dos lesbianas), se nos ocurre ir de ride a La Ventosa, para tomarnos fotos en los aerogeneradores. Después de un de esperar me digo, este camión rojo va a parar y además el chico es guapo. De hecho así fue, el camión paró y el conductor era un chipo guapísimo. De pronto se nos ocurre preguntar, ¿a dónde vas?, y el chofer responde a Veracruz. Todos nos vimos a los ojos y decidimos llegar hasta el final. La idea de poder encontrarnos ante cualquier situación nos entusiasmaba. Viajar a dedos se convirtió en la experiencia. Pensamos hoy estamos aquí, hay que loquear lo mas que se pueda. Así somos, así nos gusta. Así nos dimos cuenta.


A mitad del camino recordamos que no llevábamos nuestra identificación y pasaríamos por retenes militares. Pero eso no fue nada comparada con la malavibra del chico chofer que llevaba días sin dormir. Estaba tenso, enojado, olvidé pedir al destino que el chico fuera además de guapo alguien seguro. Manejaba muy de prisa, encabronado. Su mirada  hacia las mujeres nos estaba poniendo nerviosos a todos. Fueron 12 horas de miedo, de terror. En la autopista sin luz, sin casas, sin personas. Aprendimos que pasa cuando los conductores de camión le entran muy duro a las anfetaminas. 



Salimos vivos, llegamos a las 11pm al puerto de Veracruz. Nuestros cuerpos querían comer, descansar pero era nuestra única noche en la ciudad, era viernes, así que decidimos pasar la noche en el antro gay. Ahí bailamos toda la noche. Ahí, conocimos a un chico que ofreció su casa para after party. Todos nos apuntamos pensando en que podríamos descansar. 



Cabaretito-Veracruz


Amanecimos, cansados, deshidratados y atrasados para regresar a tiempo a la Vela Muxhe. Nos quedaba muy poco dinero, no lo suficiente como para regresar en autobús. Tuvimos que tomar de nuevo la carretera. El regreso costó más.


Viajamos en la palangana de un pick-up de pescadores. Luego con ganaderos. Al final tomamos un par autobuses y llegamos a Sayula, mitad del camino. Tomo bastante tiempo tomar un camión para La Ventosa. Llegamos a las 12pm a una gasolinera en La Ventosa. Tuvimos que negociar por dos horas con los gasolineros para que nos llevaran a Juchitan. Llegamos, ¡llegamos a la Vela! Tal vez demasiada tarde, pero la Vela no termina hasta el amanecer. Pudimos disfrutar de esa locura de colores, de cuerpos y de vida.


Estábamos cansados pero sentíamos la necesidad de ponernos al día, así que tomamos mucha cerveza, bailamos con muchas muxhes, disfrutamos. En la fiesta me encontré de nuevo con el norte al conocer a otra intrépida, una chica de Tijuana y un amigo regio que después conocería mejor.


Al día siguiente debía partir a Guatemala para empezar a trabajar lunes. Sin embargo, el espíritu de fiesta, la gente, la amabilidad me atrapó. No quería irme. Me quedé.

La familia de Chepe me invita a desayunar mariscos en una palapa en playa Vicente. Una playa pintoresca, tranquila, mágica. Platicamos de la vida, brindamos, comimos delicioso en una compañía riquísima.


Playa Vicente



Pero por si fuera poco, me quedé para la fiesta después de la fiesta, la Lavada de Ollas.Terminé exhausto. Me llevé todo un saco de recuerdos. Me llevé otras formas de entender la vida y de vivirla.


Amaneció, me marché le di un abrazo a Chepe que significaba gracias hermano, el momento tocó su punto, puntos suspensivos porque quiero regresar. No vi para atrás.

El regreso fue otro trip. A la mitad del camino un bloqueo de carretera porque un camión de CEMEX atropelló a un profesor de la comunidad y la comunidad exige resarcimiento. Tuve que caminar dos kilómetros y llevar dos maletas al hombro. Logre tomar otro bus para Arriaga, otro pueblo de México en medio de la nada, y de ahí a Tapachula, una ciudad más bonita de lo que esperaba para ser frontera sur. Llegue a las 7pm, y como el bus a ciudad de Guatemala parte a las 12pm, pude cenar las deliciosas tortas del sur y llamar a casa.


En el bus a Guatemala tuve como compañero de asiento a un anciano, un mexicano que lleva la mitad de su vida viviendo en Guatemala. No conversamos mucho, pero nos gustamos. Al final del viaje el señor me tomó el brazo muy fuerte como queriendo decirme la vida se va. Como si se hubiera reflejado en mí. Como queriéndose aferrar al viaje. Lo entendí y quise llorar. La ciudad se abrió con el amanecer.

Llegue y los carros poco a poco coparon las calles como aves. Para cuando estábamos en el centro eran las 6:30 am. Mi mamá, la más esperanzada, esperaba en la estación con lágrimas de hola-adiós-te extraño. Me pide que le relate mi viaje, solo le conté la mitad en lo que me maneja al trabajo. Todo fluye, hasta yo.
Soy el primero en la oficina, me puedo lavar los dientes, la cara. Respirar un poco y agarrar aviada hasta que sea el momento de partir otra vez.






















[i] Término en lenguaje Kuna utilizado para referirse a los varones homosexuales. Es el nombre de un Dios Kuna, el cual tenía como característica central tener doble alma. Es una forma en la que al interior de la cultura kuna se explica la atracción de un varón hacia otro varón.

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