"Aproximadamente 15 minutos antes de llegar a Juchitán se pasa por La Ventosa, un valle que hipnotiza al espectador con los aerogeneradores que reposan sobre humedales y ganado, diseñando una nueva arquitectura e identidad en el istmo que siempre está en permanente intercambio y negociación con la cultura de México y del mundo.
El río que atraviesa la ciudad: el "Guigu Bi'cuu", o "Río de los Perros" por su nombre en español. El nombre se deriva de la fauna acuática que poblaba el río a comienzos del siglo XX, conocida como "perros de agua"; nutrias. Me provoca saber si aún las hay, sin embargo, para el alivio de los curiosos, en época de verano es común encontrar perros (callejeros) refrescándose en su caudal.
Jucho, para los que le tenemos cariño, es una pequeña ciudad del Istmo de Tehuantepec, según el INEGI su población (en 2005) es de 70,714 colocándose como la tercera ciudad en tamaño del Estado de Oaxaca. Su ubicación intermedia entre Coatzacoalcos y Salina Cruz y entre el sur y el centro de México, la coloca como un punto geoestratégico de transferencias y comunicaciones humanas y comerciales, también es un punto de paso para los migrantes que deciden arriesgarse en el mítico ferrocarril "al norte", estigmatizadocomo el "ferrocarril de la muerte" por los medios amarillistas.
Juchitán es un pueblo de encantamiento. En Juchitán alguna vez escuché la historia de las tumbas de los inmigrantes centroamericanos. Cada año, para el día de los fieles difuntos, personas anónimas llegan a depositar el Panteón Domingo de Ramos, ofrendas frutales y flores ante 13 cruces que no dicen nada de los muertos que ahogaron en las costas oaxaqueñas hace aproximadamente cuatro años. Aparentemente a los juchitecos les espanta la idea de morir en tierra extraña. La costumbre dice que cuando un migrante zapoteco muere lejos, los familiares tratan todo lo posible de que el cuerpo se arropado en la tierra en donde fue sepultado su ombligo. Cuando esto no es posible se encarga que se vaya a enterrar a un muerto reciente del pueblo ropa nueva para que a través del muerto reciente pueda llegarle eso al migrante difunto y pueda presentarse de forma adecuada ante el Creador. Además de su significado metafísico es un gesto de re-conocimientoi, solidaridad y empatía, tal vez porque más allá de las banderas polítcas somos al igual istmoamericanos, entre nos-otros no somos tan desconocidos. La circunstancia del migrante, no les son ajena y son el relato de muchos juchitecos para quienes resulta terriblemente triste la idea de morir y ser sepultado en tierra extraña.
Otra costumbre que se mantiene viva en Juchitán es la de visitar los panteones durante la semana santa; cuando inicia la Semana Santa con el fin de celebrar la muerte, resurecciòn y vida de cristo, las personas recorren el panteón que lleva el nombre Domingo de Ramos. Los días Miércoles Santo en el panteón de Gheguigo y el Domingo de Ramos en el panteón de Juchitán, las personas van a sus tumbas a limpiarlas y decorarlas con flores de la región como el Guie chachi (flor de mayo), coros, guie xhuba, guie danna, entre otras, las calles se llenan de puestos con antojitos regionales como el bupu, la garnacha, tamales de iguana y una gran variedad de dulces regionales, la fiesta dura toda la noche la gente bebe y escucha a los trios recordando a sus difuntos, pero resulta ser un día de fiesta pues se conviven con sus muertos. Una costumbre muy peculiar pues es una situación atípica para tales fechas. Así mismo, durante la celebración de la Semana Mayor, las secciones que forman a Juchitan organizan una serie de actividades religiosas conocidas como ermitas, que bajo el amparo de algún santo patrono, diferente para cada sección, van realizando pequeñas festividades en las calles.
En el Itsmo de Tehuantepec se comparten algunas tradiciones con Guatemala. Algo que amarra a Juchitán con las tradiciones y el fervor guatemalteco es la fe por el Cristo de Esquipulas. Para el mes de enero, cada año se hace un peregrinaje muy grande desde Juchitán para venerar al Cristo negro del cual son muy devotos. También hay otros quienes practican la santería y veneran a Maximon, que en general se ha convertido en un santo para transexuales, prostitutas, mayates, quien se puede ver en peluquerías y espacios similares.
También para el Día de los Difuntos, que se conmemora cada 2 de noviembre desde el siglo XVI. Para este día, generalmente las personas en sus casas elaboran pequeños altares con la fotografía de sus muertos. Las tumbas son adornadas. La comida en la tumba es otro de los elementos importantes en esta conmemoración a los difuntos. Además de comer, beber y fumar en la tumba, para compartir con los “que se fueron”.
Volar el barrilete, en ambos espacios, en los días de noviembre tiene un significado místico relacionado con los rituales mortuorios. En estos territorios, el barrilete es el punto de conducto entre el antepasado y el vivo. A eso se llama lar. Es por este medio que bajan los difuntos para visitar a sus seres queridos, y deben subir de igual manera para que realmente se marchen. El barrilete o papalote, también se utiliza como una forma de decir al muerto “aquí estamos presentes”. Las banderas de los barriletes representan a las familias patrilineales que los confeccionaron.
Las tradiciones de Juchitan se exhiben como una mezcla de la cultura zapoteca con la hispanidad y el juego de géneros que se en un hervidero de cultura y de fiesta. Las fiestas más conocidas son "Las Velas" de mayo, en total son 26 velas. Son fiestas de toda la noche en honor a diversos santos, incluido el patrono local, San Vicente de Ferrer.
Aunque las velas son parte de la estructura social, de la vida y de la formación de comunidad y cultura en el istmo, surgieron hace relativamente poco (siglo XIX) y no necesariamente son muestra de una tradición ritual de origen zapoteco. La vela muxhe, la “Vela de las Intrépidas Auténticas Buscadoras del Peligro”, es de más reciente duración y data de 35 años atrás. La más reciente vela fue para el 20 de noviembre pasado, a cien años de la Revolución Mexicana y 35 años de la Vela Intrépida.
Las intrépidas son un grupo de muxhes trans que de hecho ejercen ese rol femenino mitificado y generalizado. Son Las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, las muxhes más importantes de la sociedad juchiteca.
Medios mexicanos como Televisa e internacionales cubren la fiesta. Entre lentejuelas, huipiles, flores y mucha cerveza, tres bandas tocan sin parar, entre ellas Merenglass, conocidos como los embajadores del merengue en México. Así se pasa la noche alternando, merengue a cumbia o salsa, a música de banda con los tradicionales sones istmeños, pasando por los himnos gays de moda como la “Loca”, de Shakira, canción de la cual se han apropiado para resinificar el coro “loca, loca, loca” por “jota, loca, obvia”. ¿Humor, ironía, una burla emancipadora hacia sí?
Jóvenes de toda la república mexicana, académicos, artistas, fotógrafos, antropólogos, viajeros extranjeros son atraídos por la curiosidad, el morbo, la lujuria, o la esperanza en una fiesta muy bizarra, la fiesta de ´los muxhes. Una fiesta que promete una semana cultural, arte, proyección de películas, mesas redondas, debates, etc. Las Intrépidas hacen todo el ritual: bailes, mucho alcohol, convivio, desfile, misa, la regada de frutas un día antes de la vela, etc. Luego de la vela se celebran dos fiestas más, el lavado de ollas y el recalentado. Además otras velas alternan como la de la séptima sección, que pertenece a la Sociedad Lésbico Gay Muxhe, organizada por Gema, una antigua intrépida. Sucede simultáneamente, debido a la falta de articulaciones en el proceso muxhe, pero también por el hecho de que cualquier nueva inventiva es pretexto para otra fiesta una comunitaria.
Por tradicional Juchitán no deja de ser novedoso e ingenioso. No hay nada que se esconda bajo el sol en Juchitán. Juchitán es pequeño, pero siempre está cambiando, desafiándose a sí e imaginándose de otra manera pero sin renunciar a sí. Esa es su magia y su verdadero rasgo distintivo.
En conclusión estas tradiciones representan un constructo imaginativo de resistencia y simbiosis frente al sistema-nación heteronormativo y occidental en el que se ha embarcado el gran México moderno. Es una forma, desde lo local, de reivindicar su autonomía, su espacio corpóreo y su territorio, desafiando la dominación de Babilonia desde los disfraces de la costumbre.
Cumbia Muxhe, Pepe y sus Embajadores
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