Esta cita me invita a reflexionar sobre qué es la comunidad muxe y en específico de Juchitán, ya que después de repensar dicha cita creo que la comunidad muxe es una comunidad imaginaria, que si bien en un primer momento sirvió para tejer redes de solidaridad y reconocimiento, ahora ha sido utilizado para dar una falsa imagen a los foráneos y saciar más las fantasías externas que propiamente fomenta una unidad y hermandad entre los miembros de esta comunidad imaginaria.
Cuando he entrevistado a mis pares muxes y paisanos o revisado en entrevistas escritas o video grabadas, cuando los entrevistadores les preguntan ¿Quiénes son los muxes?, siempre responden en una forma muy personal y repitiendo la cantaleta de la mujer atrapada en el cuerpo del hombre sin cuestionarse los roles de género y tratando de ubicarse en un imaginario de mujer socialmente aceptable que muchas hermanas mujeres ya ni la piensan ni la sueñan de esa manera, pues muchas han decidido ser, como dijera Rosario Castellanos: “Han pensando en otras formas de ser mujer” cuando los muxes siguen con el rol tradicional de
féminas.
Cuando me han entrevistado, principalmente reporteras europeas, me preguntan quiénes son los muxes, les respondo, los muxes son muxes y con mucho sarcasmo les digo, quieres que utilice los giros lingüísticos de tu lengua para complacer a tu público pues entonces escribe que son vestidas otras transgéneros, y con unas ganas enormes de ser transexual y que ya es un invento de occidente para folclorizar una forma de relación genérica que más que para explicar un fenómeno social satisface una fantasía exótica de las y los fuereños, por ejemplo, revise los estereotipos que ponen, jamás aparecerá un muxe con cuerpo de campesino o pescador o albañil masculino o jóvenes anoréxicas vestidas a la moda que dictan las estrellas televisivas y
que tampoco es la moda de punta que los jóvenes de su mundo portan o travestis otoñales
gordas envueltas en huipiles y trajes istmeños. Volviendo a crear dos imaginarios,el cuerpo joven delgado occidental o el cuerpo otoñal robusto indígena, no hay espacio para otras corporalidades, darketos, queer o simplemente gente común como la mayoría.
Otro gran mito construido es el amor muxe, en estas entrevistas, generalmente reflejan un gran enamoramiento hacia el “marido” pero nadie quiere institucionalizar este matrimonio, es decir se queda en un plano de fantasía e imaginación, pues no se concreta en un vínculo legal, por supuesto por aquellos que optaron por esta vida legal, esto también es discutido con otro mito istmeño, el matriarcado, que al parecer la campechaneamos en una tolerancia que yo le llamaría matriarcado con violencia contra la mujer, lo cual es una contradicción.
Entonces ¿A qué le apuesto? Me parece que deberíamos reconstruir esta comunidad imaginaria por algo más real y concreto, y el grupo de gentes que podría abrirnos visión en el camino son los jóvenes profesionistas e intelectuales que actualmente se están formando en las instituciones, también aquellos que ya se encuentran trabajando en las instituciones, no me refiero al término abstracto intelectual, sino en un sentido sencillo (según los leídos un intelectual gramsciano) es decir jóvenes médicos, profesores, contadores, poetas, pintores,
cantantes, es decir todos y todas que no solamente aporten con su saber profesional sino también con su dignidad personal y la defensa de los principios de sus derechos hacia jóvenes de ser diferentes, pero no aislarse y volverse una burbuja de jóvenes sino que de alguna manera se vinculen con los sectores populares y no necesariamente con la comunidad muxe para poder dignificar a esa parte de la sociedad sin la necesidad de mostrar y actuar según lo que los investigadores y medios exigen de esa comunidad imaginaria y por lo tanto inventado, para volver a reinventarnos en un mundo y en una comunidad más real y humana.
Estas ideas me surgieron a partir de haber terminado el libro de Elena Poniatowska de Leonora Carrigton sobre una biografía novelada de esta autora México-Irlandesa que vivió gran parte de su vida en nuestro país y que pudo ver a través de sus ojos Irlandeses un México surrealista y cómo al final de sus años, cercano a la muerte una joven llamada Pepita la vuelve una abuela adolecente y la lleva a conocer el museo de arte de la UNAM, la lleva a bailar al King Kong para ser seducida por un pachuco bailador, mas no bailarín.
Esta misma sensación la tuve y ganas de vivir como púber ya rebasado el tostón cuando oigo el entusiasmo y las ganas locas de vivir de mis estudiantes universitarios o de mis queridos amigos muxes e inteligentes que de cariño les digo muxe nuu spiani.
Les recomiendo enormemente a mis lectoras y lectores leer ese libro maravilloso de Doña Elena Poniatowska que quizá les lleve a reflexionar sobre otros ámbitos de sus vidas y no necesariamente a las que me llevó a mí.
DE ELÍ BARTOLO.
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