Chela, es como se conoce a la cerveza acá en Guatemala, pero también es como se pronuncia el segundo lugar poblado más importante de Guatemala. Se escribe Xela, completo Xelajú Noj que no tienen ningún significado etimológico en el idioma quiché, el grupo étnico predominante de la región.
Según investigadores el nombre más antiguo de esta población es K'ul ja' que significa K'ul = Garganta y Ja' = Agua, la traducción en español sería Garganta de Agua; con este nombre lo conocían los k’iche’s cuando esta población estaba bajo dominio del Pueblo Mam.
Posteriormente, el pueblo k’iche’ lo conquistó y le cambió el nombre porque la población se ubicaba en el valle bajo el volcán Cerro Quemado, y en la parte alta de este volcán se encontraba un altar ceremonial maya dedicado al nahual "Lajuj Noj", los k’iche’s lo toman como el nahual protector de la población y por eso le colocan el nombre de la población como XE LAJUJ NOJ, que traducido al español significa: Xe = bajo de; Lajuj = 10; Noj = Idea o Conocimiento. En el calendario maya Tzolkin, o sea el calendario ritual, utilizado por el pueblo k’iche’ con el nombre de "Cholquij" se identifica el nahual con un número y un nombre, el número se cuenta de uno a trece, e indica cuanta influencia tiene el nahual sobre la persona o población que protege. El nahual NOJ representa al protector (Nahual) maya de la inteligencia, el concejo y las ideas, por lo tanto, los quiches le dedicaron la población al nahual del conocimiento y las ideas.
Su nombre oficial Quetzaltenango, tierra de quetzales, cuando ya no quedan quetzales, te remite a algo que se perdió o que nunca estuvo realmente presente: la libertad. Xela parece estar como parada en el tiempo y ese es su encanto-desencanto-encantamiento. Es la remembranza de la promesa del café se vio truncada como proyecto nación, la batalla donde Pedro de Alvarado mata a Tecúm Umán y el ave quetzal que se mancha su pecho de sangre. Es por la leyenda de una derrota que muchas personas llaman orgullosamente a Xela, "la capital de los Mayas".
Nostalgia, los brasileños le llamarían saudade a ese padecimiento-regocijo, producto del recuerdo de una alegría ausente o distancia. Saudade es la sensación que permanece cuando aquello que una vez se tuvo, material o inmaterial, que en su momento permitía disfrutar alegría y euforia se vive y se pierde, se extraña y el hecho de recordarlo, tenerlo de nuevo o pensarlo, produce una sensación de volver a la vida, produce esperanza.
El aire frio, contribuye a crear ese clima que lo acompaña la música, la poesía y la oralidad. El sentido de ser quetzalteco, es extraño y mágico. Luna de Xelajú es su himno. El Ferrocarril de Los Altos, Noche de Luna Entre Ruinas, son suyas, te remite a un pasado glorioso que se ha ido, a un amor que se ha ido, pero sigue la esperanza, sigue la noche, la luna: Quetzaltenango. A pesar de que ya no tiene la misma importancia que cuando el café y el Estado finca en los tiempos de Estrada Cabrera (dictador de Guatemala desde 1898 hasta 1920), del Quetzaltenango glorioso, queda todo, porque el recuerdo sigue vivo así como el orgullo de ser Chivo Manuel). Más cerca de la contemporaneidad han hecho suyas las canciones de Roberto Carlos, Jose Feliciano, Juan Gabriel o Sandro que aún se escucharán en algunas radios quetzaltecas. Más popular y recientes son las bachatas, el duranguense, ajúa lo sublime y el dolor del recuerdo nunca pasará de moda en Xela. ¿Extrañar es parte de ese ser quetzalteco? Siento la nostalgia cuando estoy ahí, se hace más presente, se convierte en paisaje. Pero “ser” es siempre una construcción imaginaria.
La personalidad de Quetzaltenango también reflejada en su arquitectura parece no haber caminado tan velozmente o al menos o deja de ser Xela, frente al arrebato del consumismo y la globalización. Esto la hace única y deseable para el turista que busca el encuentro con otros mundos, que busca somatizar la ciudad en su cuerpo.
También por su estratégica ubicación, a tan solo tres horas y media de la capital guatemalteca o de Tapachula, Chiapas, es un punto de encuentro y exploración de turistas y migrantes guatemalteca. Quetzaltenango ha sido tierra de personas emprendedoras, comerciantes, y estudiantes en el occidente del país es y parte de la bocacosta. Poblaciones circundantes de Toto, Huehue, Sololá, San Marcos, Quiché, Rehu, Mazate, entre otros, buscan un “mejor futuro” en la ciudad, o al menos hacen de ella un punto de intercambio comercial. Más interesante aún son los cuerpos disidentes que se escapan del poder y del control heternormativo, sobre todo huyen de la familia y migran a Xela, una ciudad menos monstruosa, peligrosa e intimidante que la capital, que ofrece posibilidades para interactuar con otros sujetos con quienes compartir los mismos placeres, para re-crear una vida, su vida, para desear y para ser.
Como un amigo capitalino residente en Xela afirma en una entrevista: “soy feliz en Xela, nadie tiene la felicidad completa, pero aquí soy yo, soy quien soy y no me importa el qué dirán. Pero ojo, tampoco es un paraíso una amiga que maneja un bar en Xela comenta: “Algunos familiares cuando ya ven que eres gay abusan de ti. Tengo un amigo que le hacía sexo oral a su tío desde los cuatro años. Cuando la mamá lo vió le pegó a su hijo por hacer algo que no debía. Hubiera sido yo y meto al bote hasta a mi hermano.”
Quetzaltenango como centro comercial y cultural del Altiplano, es un refugio, que ofrece la posibilidad de existir o al menos tolerar la existencia de todos los seres sexuados. Ahora, si Quetzaltenango es ciudad, es una pregunta que no se resuelve concretamente para el alivio de los que gustamos transitar entre los híbridos. Si fuera ciudad, sería en todo caso ciudad mágica, Si los pueblos son la zona conurbada, Salcajá, Almolonga, Zunil, La Democracia, las casas de adobe o el más reciente concepto arquitectónico de polarizado y azulejo son entonces el paisaje de una urbe bastante su-real.
Su geografía abrupta, a una atura de 8,000 pies sobre el nivel del mar, también la hace bastante su-real. Sus calles empedradas hacen laberintos que de pronto se convierten en callejones. Se encuentra situada cerca de varios volcanes, en el corazón de la Sierra Madre, y la atraviesan ríos y aguas termales, aguas amargas para sanar el cuerpo, el espíritu, para volver a nacer.
El clima es cálido en el día y frio en la noche, por las tardes llueve fuerte y al cabo de un par de horas para de pronto. Bastará una sheca y chocolate caliente o una cerveza cabro para agarrar calor y ponerse a bailar en sus noches plateadas que siempre ofrecen “algo”.
Su parque central, me gustaría nombrarlo "Luna Park", sin con fundirlo con el icónico estadio de Buenos Aires. Es un espacio amigable para el ligue, para compartir con los amigos la famosa indita, o para que duerma el des-amparado. Lo público hace la función de unir en esta ciudad que, desde su encuentro con el blanco, ha dividido su poder entre indígenas y ladinos, lo que contribuye a la segregación geográfica y la constante re-creación del otro.
En el Cerro Quemado se encuentra Xibalbá, el vapor arde en los pies, llegas a la cima donde brujos y evangélicos comparten el espacio para encontrarse con él, Dios. Ponen incienso y velas, aplauden, rezan o en un caso extremo sacrifican alguna gallina. Muy cerca, en el camino a Almolonga, está también la cueva de Juan Noj. Otro lugar sagrado dentro de lo sagrado, un centro energético.
Quetzaltenango es y fue un importante centro de poder para los quiches, con Tecún perdió la gloria, también con la caída del café, pero va a desenterrar las ruinas y la cultura.
Saudade por Xela porque te recordaré en el presente, estando ahí como no estando ahí. Estar en Xela es extrañar. En tu nube está tu luz, la esperanza. Y en tu sombra y tú frío, el calor. Gracias por construirme recuerdos, por abrirte con tanta novedad y sorprenderme, porque te hiciste humana, porque te hiciste luna, por hacerme extranjero, por hacerte extranjero y porque nos encontramos. Por siempre luna, por siempre Xela-ju.
PD: Todos mis apuntes lo dejo entre comillas, la mirada es engañosa y no prometo nada solo intento descifrar lo mutable, inpermanente y circunstancial: la identidad. los sueños
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