En las calles de San Blas de Atempa, al atardecer, cuando el pueblo está azul, un carro viejo ronda despacio y anuncia la noticia, ultimo rito de la vida. Con voz tenue y lúgubre, acompañado del son fúnebre istmeño, convoca a todo el pueblo a acompañar en su dolor a la familia del fallecido.
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